Chéjov; pensando y viviendo la enfermedad.

Me ha ocurrido, que en alguna reunión, en medio de una conversación entre amigos, ha salido el tema de las lecturas entre manos, y refiriéndome a los cuentos como uno de mis géneros literarios favoritos, he percibido cierta actitud escéptica en mi interlocutor. Sin embargo, al preguntarles por Chéjov  pocos reconocen haber leído algunas de sus obras. Y es que probablemente baste con leer alguno de los cuentos de Chéjov para aficionarse sin remedio a este género.

La literatura Rusa ha tenido a grandes narradores de cuentos tales como Gogol, Turguéniev o Tolstoi sobre quién ya hablamos en otra entrada del blog. Todos ellos tienen su rasgo distintivo. El valor de la obra de Antón Chéjov es que través de sus relatos nos está describiendo a la humanidad misma, con sus inquietudes y esperanzas, con su virtudes y defectos. Es su capacidad para entender y describir la naturaleza humana unida a la elegancia de su escritura y la bondad que destilan sus palabras las características que hacen a sus cuentos tan atractivos para el lector moderno.

Chéjov como médico y enfermo

La lectura de sus obras resulta muy familiar para el médico ya que él mismo fue médico y enfermo a la vez. A este respecto  Máximo Gorki, gran amigo de Chéjov, escribió « Él era médico y la enfermedad para los médicos es siempre más penosa que para los pacientes: los enfermos sólo sienten, pero el médico sabe además cómo se va destruyendo su organismo». Chéjov, como otros escritores de los que ya hemos hablado en este blog, padecía tuberculosis. La contrajo siendo joven y consumía sus energías hasta dejarle agotado. Sus amigos referían en sus cartas su estupor ante los accesos de tos hemoptoica, su admiración por el estoicismo de la actitud de Chéjov ante la muerte amenazante, y su pesar al ver apagarse la llama de una luz, que a juzgar por sus descripciones debía ser cálida y acogedora. Chéjov acabó falleciendo por la enfermedad el 15 de julio 1904 , a los 44 años. Sus últimos años de enfermedad han sido genialmente recreados por otro gran narrador de cuentos, Raymond Carver, en su obra «Las tres rosas amarillas», de lectura altamente recomendable. Su experiencia como enfermo la dejaría presente en las palabras y sentimientos de sus personajes.

Chekhov_1898_by_Osip_Braz
Retrato de Chéjov en 1898 por Osip Braz. Fuente: Wikipedia

Como médico, Chéjov estaba muy involucrado con su profesión a la que consideraba su primera vocación. Decía al respecto; “La medicina es mi esposa legal; la literatura, sólo mi amante… He querido ser visto como médico antes que como escritor”. Tuvo una experiencia clínica amplia, asistiendo en ocasiones hasta 40 pacientes en una mañana. En los momentos en que sus obras le aportaban suficiente dinero, a menudo asistía gratuitamente a los enfermos. De esta experiencia obtuvo abundantes ideas y fue fuente de inspiración de algunos de sus cuentos; “Mis actividades como médico han tenido una fuerte influencia en mi trabajo como escritor, ampliando notablemente mi campo de observación y de conocimiento”.

Chéjov en su obra nos dibuja un médico intelectual, que se mueve entre el afán del conocimiento y un carácter eminentemente práctico en un mundo hostil a sus ideales. Estaba convencido en el valor de la lectura y la formación en la capacidad del médico para ser útil. A través de Gorki nos han llegado las siguientes palabras acerca de sus contemporáneos: « El médico si adquiere cierta práctica, deja de interesarse por la ciencia, no lee más que las novedades terapéuticas. no lee nada, y a los cuarenta años está seriamente convencido de que todas las enfermedades se deben a un enfriamiento». Sus personajes con frecuencia naufragan en su búsqueda de unos ideales que desaparecen con la erosión del tiempo y de las circunstancias sociales y personales. El médico, como ocurre en el «Pabellón Nº6», no es una excepción.

El pabellón Nº6

Quizás no haya mejor obra que el «Pabellón Nº6 « (1892) para encontrarnos con ambas partes de un Chéjov que es médico y paciente a la vez. Es la historia de uno de los médicos a los que nos hemos referido anteriormente, Fiodor Ivanovich, ya en su madurez y que quizás exponga aspectos autobiográficos, ideas y sentimiento, del propio escritor. Ivanovich, siendo joven comienza su andadura en un hospital rural en unas condiciones pésimas, ante las que inicialmente se revela tratando de cambiarlas mediante diferentes mejoras. Sin embargo, Ivanovich se acostumbra a la comodidad de su posición, que le proporciona vivienda y alimento, y deja a un lado esta entrega entrando en una fase de abandono profesional en la que pone su interés en lecturas variadas, empobreciéndose personal y económicamente.

Chejov nos plantea el dilema intelectual de su protagonista a través de los diálogos que mantiene con otros dos personajes de la obra; Mijail Averiánich un antiguo soldado e ilustre miembro de la sociedad local e Iván Dmitrich un hombre caído en desgracia e ingresado en la sala nº6 de su hospital, destinada a enfermos psiquiátricos. En sus diálogos Chéjov expone una profunda reflexión sobre la existencia del hombre y el modo de sobrellevar la desgracia y el sufrimiento. «En este mundo todo es insignificante y falto de interés salvo la suprema expresión espiritual de la inteligencia humana… Cuando un pensador alcanza su plenitud y llega a la madurez de su consciencia, este se siente entonces cómo quién ha caído en una trampa de la que no hay salida.. Y así, del mismo modo que lo hombres en la cárcel unidos en su común desgracia, se sienten mejor cuando, están juntos, así también en la vida la trampa no se nota cuando los hombres inclinados al análisis y las abstracciones se reúnen y pasan sus ratos intercambiando ideas audaces y libres».

Por su parte, Iván Dmitrich, hace gala con sus palabras de una lucidez que contrasta con la locura de la que se le acusa y cuestiona el argumento del acomodado médico que defiende un estoicismo de manual desde el calor de un hogar bien dotado con comida siempre en la mesa; «Los estoicos a los que usted quiere parodiar… tuvieron éxito sólo entre una minoría que pasaba su vida en el estudio deleitándose con todo tipo de teorías, pero la mayoría de la gente no los entendía, porque está mayoría no ha conocido ni la riqueza ni las comodidades de la vida; y despreciar los sufrimientos sería despreciar para ellos su propia vida». Ivanovich se siente atraído por el razonamiento de Dmitrich y comienza a visitarlo con frecuencia y pasa jornadas enteras a su lado dialogando y razonando diferentes aspectos de la vida. En esta continúa aproximación, Fiodor Ivanovich se va distanciando de las costumbres de la sociedad dominante, e interesadamente otros miembros que aspiran a su puesto, cuestionan una competencia profesional que paradójicamente no se ponía en entredicho cuando esta era claramente cuestionable. Con ironía se replantea su capacidad intelectual a medida que va humanizándose, aproximándose a la realidad del paciente y desafiando los principios de su entorno social y de las normas del hospital. La consecuencia final de está aproximación al paciente es que a Fiodor Ivanovich se le cataloga como enfermo. Un médico le pone la etiqueta de una enfermedad mental (Chéjov no nos dice cual) y la sociedad se convence de la realidad del veredicto. Es entonces cuando el protagonista siente el dolor y el sufrimiento del que renegaba y como un castigo divino se tortura con el fracaso de sus creencias y principios.

Dualismo entre mente y cuerpo

En el pabellón nº 6 encontramos una denuncia a la hipocresía de las convenciones sociales, a los hábitos de los médicos que buscan la verdad separados de sus pacientes y de los problemas del etiquetado de las enfermedades. Son temas de gran actualidad, que autores con Abraham Verghesse han puesto de manifiesto en algún artículo. Su lectura es breve, entretenida y profundamente reflexiva, especialmente para aquellos con experiencia clínica.

Pero Chéjov introduce un tema de gran interés y es el dualismo entre la aproximación intelectual (representada en el médico) y la corporal a la enfermedad y el sufrimiento. Quiero entender que Chéjov como clínico, y en sus últimos años como paciente, no entendía esta separación. Y destila la recomendación de una actitud comprensiva y bondadosa hacía aquellos que sufren. Porque según han escrito quienes le conocieron, Antón Chéjov fue ante todo una buena persona que hacía que los demás quisieran serlo también. Escribe Gorki; «Me parece que cualquier persona ante Antón Pavlovich notaba involuntariamente el deseo interno de ser más simple, más veraz, de ser uno mismo». Cuando uno lee a Chéjov se siente de este modo. Otra gran narradora de cuentos, Gloria Fuertes, escribía sobre cuales pensaba que debían ser las cualidades de un buen médico. Estoy seguro de que si Antón Chéjov las hubiera leído habría, con una media sonrisa, estado de acuerdo.

El médico tiene que tener, corazón de oro, bisturí de plata (si es cirujano),  nervios de acero, bondad de santo, intuición de vidente, y ser paciente con sus pacientes.

Gloria Fuertes.  Tomado del Blog «Laboratorio del Lenguaje» de Fernando A. Navarro

Para saber más:

  • La lectura del cuento «Pabellón Nº6» es obligada. La edición de alianza editorial dispone de un introducción de Gorki en la que se basa parte de esta entrada y la trilogía de relatos sobre el amor que son muy recomedables.
  • Recomiendo la lectura de este artículo que profundiza sobre la labor de Chéjov como médico.
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