Hoy me he equivocado. Ha sido una tontería. Mientras grababa en vídeo un evento familiar, no me di cuenta que el botón de grabación no estaba pulsado. Sólo al día siguiente, cuando varios familiares esperaban para revisar juntos el vídeo, me percaté sonrojado de mi error. Un familiar me espetó – «…pero ¿cómo no te diste cuenta?». – Y no supe que decir. En ningún momento durante el tiempo que tuvo lugar mi error, tuve la más mínima consciencia del mismo. Es más, me sentí feliz ante mi convicción por haber inmortalizado aquel momento y dar la oportunidad a otros familiares que no pudieron estar allí, de poder vivirlo. Nunca tuve la sensación de estar equivocándome, ni siquiera después se me pasó por la cabeza tal posibilidad y si embargo el error había tenido lugar. Esta experiencia me ha traído a la memoria una charla de TED en la que Kathryn Schulz nos trata de explicar que es lo que se siente cuando nos equivocamos.
A menudo cuando pensamos en el sentimiento que se sucede a un error, recordamos el sentimiento que nos aborda cuando nos hemos dado cuenta de que nos hemos equivocado. Sin embargo, la triste y pura realidad es que si no hay consciencia del error tampoco hay sentimiento. Y cuando estamos cometiendo un error no tenemos consciencia de tal hecho (si no probablemente el error no sucedería). Así que la respuesta es sencilla, mientras cometemos un error, generalmente no sentimos nada especial.
Sin embargo, sí que sentimos, y mucho, cuando sabemos que nos hemos equivocado; vergüenza, escepticismo, asombro, indeferencia, … las posibilidades son infinitas. Los sentimientos negativos son los más frecuentes. Kathryn Schulz en su charla, nos pone el ejemplo del coyote y del correcaminos, unos de mis dibujos favoritos de la infancia. Cuando el coyote persigue al correcaminos, se da la circunstancia de que en ocasiones el correcaminos, siempre a más velocidad, es capaz de atravesar un valle de extremo a extremo. Mientras el coyote, con el objetivo puesto en su presa, no calcula bien sus posibilidades y lo persigue en su carrera radiante de seguridad saltando desde uno de los extremos del precipicio, y recorre parte de su trayectoria en el aire, hasta que de repente toma consciencia de que no hay suelo bajo sus pies, pone cara de tonto y emite un «uups» antes de caer.

Esta situación, frecuente por otro lado en estos dibujos animados, representa de un modo sorprendentemente adecuado lo anteriormente referido respecto al sentimiento que se tiene mientras se comete un error y aquel que se sucede cuando se toma consciencia del mismo. Conocer nuestros errores nos permiten calibrar y tomar medidas para que estos no sucedan una segunda vez. En el ámbito médico esto tiene especial relevancia. Berner et al lo dejaron claro en un artículo seminal sobre errores de diagnóstico en medicina interna: un sentimiento de exceso de confianza estaba detrás de la mayoría de errores de diagnóstico en su trabajo.(1)
Podemos cometer errores y si no disponemos de feedback estos pueden pasarnos desapercibidos llevándonos a una falsa sensación de seguridad en nuestro ejercicio que a su vez puede llevarnos a nuevas equivocaciones. Tener el hábito de comprobar la evolución de nuestros pacientes o de confirmar la respuesta ante un determinado tratamiento puede ayudarnos a tomar consciencia de nuestras equivocaciones, pudiendo calibrar, rectificar antes de que sus consecuencias sean irreversibles y aprender en el proceso evitando que estas sucedan de nuevo. Por otro lado saber que un exceso de seguridad puede ser un estado proclive al error, puede generar una sensación de alerta, que nos ayude a parar y reflexionar con más detenimiento en la tarea que estemos realizando. Así evitaremos que nos pase como el coyote, pudiendo frenar antes de saltar al vacío.
Os dejo un enlace a la estupenda charla de Kathryn Schulz. Muy recomendable.
Referencias
1. Berner ES, Graber ML. Overconfidence as a cause of diagnostic error in medicine. Am J Med. Elsevier; 2008 May;121(5 Suppl):S2–23.
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